Una hatillo de zanahorias…así
comenzó esta pequeña historia, algunos días atrás.
Ir al mercado siempre es una
aventura para mi, pero cuando llego y me topo de bruces con una pieza como
esta, es una experiencia única, mágica. El día cambia completamente de color, la
sensación de felicidad me invade, y todo lo que sigue es creación, como un niño
con temperas y pinceles…pensar en la receta, el plato justo, los demás
ingredientes, el clima de la foto, los
colores y después, cocinar…casi como un
alquimista, agregando esto y aquello, revolviendo la olla con cuidado, tratando
de rescatar cada único sabor. Así fue como pensé en estas maravillosas
zanahorias, así decidí que fuera su exultante y nutritivo fin. Una sopa, aunque
el invierno se resista, la mejor sopa de zanahorias, simple y sin mayores pretenciones, la preferida de Oli que
muestra sus hermosas manitos en la foto tal cual lo hace mamá.
Sí, su sopa, la que pide
siempre, la que toma con tanto gusto y disfrute.
Este plato esta compuesto por determinados
ingredientes, que no quise que se dejaran de ver, que se perdieran, por eso
también un tartín que muestra cada uno en su estado mas integro. Algo de pan, un
rico queso, un buen vino…
Este es un almuerzo intimo
pintado en algunas fotos que quiero compartirles, y decirles que cuando se
encuentren en el mercado con algo tan maravilloso como esto, no lo dejen pasar,
sean como niños, cómprenlas, cambien el menú y disfruten del sabor mas puro de la naturaleza.
Feliz jueves para todos…y… ¡NI
UNA MENOS! ❤